Hablar sobre adicciones genera incomodidad y rechazo en la sociedad argentina, así como en la mayoría de los países del mundo. Todos los años, esta problemática causa la destrucción de miles de vidas y familias, pero los gobiernos no destinan los recursos suficientes como para brindar soluciones de impacto. Además, factores como el aumento de la pobreza, la legalización y promoción del juego en línea y el crecimiento del narcotráfico suscitan que esta situación continúe empeorando.
A todos estos factores se suma también la influencia de la big pharma sobre los sistemas políticos y de salud. Los tratamientos de adicciones convencionales mitigan el síndrome de abstinencia suministrando ansiolíticos, analgésicos y sedantes, con resultados de diversa efectividad. En este aspecto, la ibogaína, ha demostrado ser un recurso muy prometedor para contrarrestar el síndrome de abstinencia. Uniéndose a receptores nicotínicos y a un gran conjunto de receptores serotoninérgicos, lo que provoca un “reseteo” del sistema de recompensas del cerebro. Sin embargo, el consumo de este poderoso psicodélico también implica riesgos incluso en ambientes controlados bajo supervisión médica. ¡Te invito a seguir leyendo para conocer más!
Cifras relevantes sobre las adicciones: un problema estructural que requiere atención urgente.
Según un estudio de la OMS realizado en 2019, se producen 2,6 millones de muertes anuales por consumo de alcohol solamente, y más de 400 millones de personas viven con algún tipo de trastorno por alcoholismo. Las muertes por consumo de otras drogas psicoactivas son alrededor de 600.000 (esta cifra incluye también las 120.000 muertes anuales en Norteamérica por la crisis de consumo de opioides). Y, además, de manera indirecta, por afecciones cardíacas o infecciones debido al consumo de estupefacientes, se estima que el número de muertes es de 11,4 millones anuales.
En Argentina solamente, durante el año 2021, hubo 13.712 muertes con causa directa e indirecta por consumo de sustancias psicoactivas. Esta cifra representa el 11,8% de las muertes totales de personas entre 15 y 64 años. Sin embargo, las drogas psicoactivas no son la principal causa de fallecimientos por adicciones en nuestro país (ni en el mundo). La afección que provoca más daño es el tabaquismo, seguida por el alcoholismo y por el consumo de pasta base (residuo de cocaína fumable). Estos datos no son menores y llegamos a un punto en el que no se pueden ignorar más, por lo que es momento de que nos hagamos algunas preguntas incómodas:
¿Son verdaderamente efectivos los tratamientos convencionales contra las adicciones, en los que se suministran ansiolíticos, analgésicos y sedantes para mitigar los síntomas de abstinencia? ¿Qué estamos esperando para poner este tema en la agenda, a fin de buscar nuevas soluciones para las vidas de las personas que están sufriendo?
De dónde proviene la iboga: raíces africanas con un futuro provechoso para la medicina moderna.
La Tabernanthe iboga es un arbusto que crece en África, principalmente en Gabón, que contiene un alcaloide psicoactivo en sus raíces, la ibogaína. Estas raíces se usan desde hace cientos de años para realizar una ceremonia de iniciación bwiti, una religión que en la actualidad practican más de cincuenta comunidades étnicas de Gabón (unos 2,3 millones de personas).
A fines del siglo XIX, cuando los colonizadores belgas y franceses conocieron la ibogaína, y comenzaron a utilizarla y exportarla a Francia por su efecto estimulante, pero esta no tuvo mucho éxito como producto comercial. Para encontrar el primer registro anecdótico que se tiene del efecto anti adictivo de esta raíz hay que remontarse hasta 1962. Howard Lotsof era un joven neoyorkino adicto a la heroína que, junto con otros seis amigos, que también padecían la misma adicción, consumió ibogaína a modo de experimento. El resultado fue muy positivo e inesperado: al día siguiente, seis de los siete ya no sentían “craving”, es decir, el deseo desenfrenado de consumir que provoca la abstinencia.
Sin embargo, el consumo de iboga no puede ser tomado a la ligera. Este alcaloide produce, físicamente, aceleración del ritmo cardíaco, agitación, incontinencia urinaria y náuseas; mientras que, psicológicamente, induce visiones oníricas (algo distinto de las alucinaciones producidas por los psicodélicos como el LSD o la psilocibina) que pueden durar entre 12 y 24 horas, debido a sus propiedades oneirogénicas. Este término se refiere al potencial de las drogas psicoactivas para inducir un estado similar al sueño REM (movimiento rápido de ojos), pero con alta actividad cerebral, por lo que las visiones son percibidas de manera mucho más vívida o como “sueños lúcidos”.
El “gris legal” que no permite avanzar a la ciencia.
Debido a sus potentes efectos psicoactivos y al riesgo de provocar arritmias ventriculares, la FDA (Food and Drugs Administration) considera a la ibogaína como una droga de clasificación 1. Según esta agencia gubernamental estadounidense, su consumo implicaría un alto riesgo, a la altura de la heroína y por encima de la cocaína y del fentanilo, que son de clasificación 2. A causa de este prejuicio, se prohibió su distribución y se finalizaron abruptamente algunos estudios clínicos que habían comenzado en los 90.
A pesar de las trabas legales y de los riesgos que implican sus efectos colaterales, hay muchos profesionales de la salud que confían en la ibogaína como un tratamiento eficaz contra las adicciones. Entre los años 2000 y 2001, la Dra. Deborah Mash realizó los primeros ensayos clínicos con esta droga en ambientes controlados que dieron resultados positivos. En 2009, se marcó un precedente legal muy prometedor en Nueza Zelanda cuando se aprobó la ibogaína como un medicamento, usada estrictamente para tratamientos médicos. Y desde 2017 hasta la actualidad, gracias a nuevas investigaciones serias y comprometidas, la ciencia está cada vez más cerca de descubrir los misterios que esconde esta planta.
Un tratamiento que busca la “raíz” del problema.
El Dr. Miguel Ángel Bianucci es uno de los pioneros en el desarrollo y la implementación de tratamientos con ibogaína en la Argentina. En 2006 entró en contacto con las primeras investigaciones al respecto de esta droga psicoactiva y, desde entonces, ha trabajado para perfeccionar los procedimientos anti adicciones.
Según el Dr. Bianucci, el primer paso para curar la adicción a una sustancia o una conducta adictiva es que la persona reconozca que tiene un problema y que quiera mejorar. Para conocer si realmente la persona que va a tomar ibogaína tiene buena voluntad y predisposición con el tratamiento, en una entrevista previa se indaga sobre su situación actual y se le pide su historia clínica.
El segundo paso es realizar estudios médicos (electrocardiograma y análisis de sangre y orina) para determinar si la persona es apta para consumir la ibogaína. Estos tratamientos no se pueden implementar con las personas que padecen cardiopatías o problemas de salud, porque implica un riesgo de muerte.
Si se determina que la persona es apta físicamente, se procede a realizar una internación de 24 horas en la que el paciente consume la ibogaína. Primero se le suministra una dosis pequeña de prueba y, si el organismo responde bien, se suministra la dosis completa, que varía según el peso del paciente. En esta sesión, debe haber acompañamiento permanente para controlar cualquier tipo de complicación física, para ayudar a les pacientxs a ir al baño y para evitar autolesiones.
Sueño lúcido y su valor terapéutico.
La experiencia psicodélica es completamente íntima y personal. Describirla es muy difícil, porque se entra en un plano en el que las palabras nunca son suficientes. Algunas personas relatan haber hablado con familiares y recompuesto relaciones rotas, otras hablan de experiencias extracorporales, de sanación de traumas o de sucesiones rápidas de imágenes que no se pueden asimilar ni detener. Incluso hay quienes relatan experiencias místicas o de orden religioso, en sintonía con sus creencias personales.
Algo que ha sido demostrado científicamente en este aspecto es que los efectos subjetivos tienen un gran peso en la obtención de mejores resultados contra las adicciones. Así como también el recuerdo de este “viaje” ayuda a cambiar la percepción de cada persona y a combatir la depresión, como se explica una investigación denominada “Los efectos subjetivos de los psicodélicos son necesarios para que sus efectos terapéuticos sean duraderos” (2020, B. Yaden; y R. Griffiths).
Luego de eliminarse el compuesto activo por vía urinaria (que puede permanecer en el cuerpo hasta 36 horas), la persona recobra la conciencia y siente una disminución total de la compulsión a consumir. No basta con simplemente contrarrestar el síndrome de abstinencia y esperar que la experiencia psicodélica haga el resto, también es necesario elaborar un plan de tratamiento psicoterapéutico y hacer un acompañamiento en función de la integración. De modo tal que la persona pueda trabajar en reorganizar sus hábitos de vida, rutina, situación laboral, relaciones familiares y amistades, ya que muchas veces todos estos factores influyen de manera determinante en la recuperación y el cese de la conducta adictiva.
Encontrar una solución a la medida de las necesidades actuales.
Existe una demanda tangible de nuevas alternativas para luchar contra las adicciones. Para algunos de los problemas a los cuales la medicina alopática no tiene respuesta, hay profesionales que trabajan incluso con el riesgo de perder sus licencias médicas para ofrecer tratamientos con ibogaína. Y, si bien es cierto que este alcaloide presenta riesgos, también demostró resultados muy prometedores al usarse con las precauciones pertinentes.
En Argentina, la ANMAT sigue los lineamientos de la FDA para determinar sus políticas de control de sustancias con respecto a psicofármacos. Esto genera un problema adicional para la producción de conocimiento y para el análisis experimental, que deberían ser considerados más seriamente.
Sin embargo, el presente no es tan malo. Otros países de nuestra región como Brasil y Uruguay cuentan con legislaciones más tolerantes con respecto a la ibogaína, ya que admiten su uso para casos en los que se demuestre viabilidad médica. Estos precedentes regionales demuestran que hay otros caminos posibles, lo que nos lleva a plantearnos una pregunta imperativa: ¿no es momento de reclamar mayor apertura para la investigación y una actualización en materia legal? Así como también es nuestra responsabilidad en materia social apoyar el trabajo de quienes se esfuerzan por cambiar estas tendencias y producir conocimiento, ya que de esta manera ayudamos a personas que sufren problemas de adicciones en la actualidad.
¿Pensás que en estos tiempos puede haber interés y aval para avanzar en materia de la medicina psicodélica? ¡Unite al debate! En PsicodeAr promovemos un espacio de intercambio nutritivo para cultivar estos diálogos.
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